miércoles, marzo 03, 2010


Centro, la capital de esta ciudad menospreciada por el smog y la violencia inflada por los medios. Caminé por mis calles, las mismas que me alojaron tantas veces cuando fui estudiante. Caminé por Avenida Portales y descubrí en el parque que le cruza en medio, la muda queja de familias que lo perdieron todo ...y que na ...die parece ver, los autos corren, el metro avanza debajo de ellas, la gente camina a comprar el pan. Somos una ciudad que se repara con cemento y pasta muro, pero que no reconstruye la señal más silente que nos cobija. Seguramente hoy volviste al trabajo, a teclear las directrices y nombres con un reflejo autómata. En medio, en medio de tu ciudad hay seres que han levantado habitaciones con plásticos y cobijados a sus hijos en medio dejuegos, para acallar la devastación, cantando una canción que aplaque el miedo. Hoy recorrí mi Santiago, al mismo que le escrito tantas veces, y he visto las grietas en los pilares y balcones de ciudadelas que se levantan por veinte pisos y más, en silencio, desconociendo que en ellos recogen su vida y su esfuerzo, cientos de chilenos que esperaban encontrar su hogar. Todo se ve casi perfecto, siniestro ante un nuevo sismo, pero mi vieja ciudad está destruida, tras una fachada ornamentada de elegantes ingresos con cuadros muro a muro y sillones de diseño. No podemos comparar la destrucción de material, con la muerte de cientos o quizás miles arrastrados por el mar o bajo murallas con lo que ocurre aquí, eso no lo discutiremos. Pero no debemos desconocer que detrás de aquello habita la misma inconciencia y la misma omisión. Callados, dejaron que miles de residentes y veraneantes fueran arrasados por un tsunami que nadie supo que venía, callados dejaron que los cálculos de materiales fueran rebajados para obtener más dinero, callados han dejado que cientos de inmigrantes residan en las señoriales casonas abandonadas del casco antiguo, abandonadas porque eran un peligro. Hoy recorrí mi ciudad y vuelto silenciosa por respeto a las familias que esperan encontrar al menos el cuerpo de sus seres amados. Silenciosa, en medio de las réplicas a un departamento que sólo quiero dejar de habitar. Por miedo, porque no le creo a los que dicen que los daños puedan llegar a repararse. Silenciosa, por los pequeños y animales que parecen ensoñados y no saben lo que realmente ocurre, tan silenciosa como una roca que cayó desde Basílica El Salvador y reposa al sol, esperando que alguien descubra que ese no es su lugar.