En la calle del olvido, salta de vez en cuando el beso anochecido de luciérnagas, el mismo que susurraba quédate.
Me senté en el café, donde el mesero escucha Calamaro pasado las seis y no pregunta que voy a beber. Confundí las noticias del periódico y donde decía Muerto en la línea del tren, yo escribí Muerta no para de beber. Y todos pronosticaron que iba a suceder, la maga nos daba un mes, la Paula creyó en Robert Desnos y su "Había una vez y fueron tantas veces un hombre que adoraba a una mujer" y que podía yo hacer, sino esperar que la suerte escogiera a nuestro favor, pero nunca creímos en el azar y no apostamos a ganador.
En la calle del olvido, salta de vez en cuando el beso anochecido de luciérnagas, el mismo que susurraba quédate.
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